Aquí va, mi amigo, la entrevista rápida que usted solicitó al viejo periodista desencarnado con una suicida común. Sabe usted, como yo, que no existen casos absolutamente iguales. Cada uno de nosotros es un mundo por sí. Para nuestro esclarecimiento, sin embargo, debo decirle que se trata de una joven señora que, hace precisamente catorce años, despidió el cuerpo físico, por deliberación propia, ingiriendo formícida.
Algunos apuntes más, ya que no podemos transformar el doloroso asunto en una novela de gran porte: ella se envenenó en Río, a los treinta y dos años de edad, dejando esposo y un hijito en casa; no era persona de cultura excepcional, desde el punto de vista del cerebro, pero se caracterizaba, en la Tierra, por nobles cualidades morales, moza tímida, honesta, laboriosa, de instrucción regular y extremadamente devota por los deberes de esposa y madre. Pasemos, entre tanto, sus once cuestiones y veamos las respuestas que ella nos dio y que transcribo, en su integridad: