
¡Descansa en Paz, mujer! Ya tu gemido
no eleva triste su clamor al cielo…
Ya el dolor, que tu vida a consumido
lo cubre del sepulcro el denso velo.
Tu misión desgraciada se ha cumplido;
cesaron al morir tu afán, tu anhelo…
Tú reposas en tumba solitaria,
y yo elevo por ti santa plegaria.
Viajeros que cruzáis el nuevo mundo,
que el genio de Colón nos ha legado;
ese rico vergel grande y profundo
de propios y extranjeros admirado;
Si los emblemas del dolor profundo,
el sauce y el ciprés habéis hallado
cubriendo esos despojos que yo adoro…
¡Verted sobre esa tumba, triste lloro!
Porque era un ángel que vivió muriendo,
porque era una mujer muy desgraciada;
cuyo triste destino fue cumpliendo
siempre noble, sublime, resignada.
A el divino Hacedor, culto rindiendo,
hoy se encuentra, cual justo en la morada…
Lágrimas derramad, que tras las nubes
¡desciendan a beberlas los Querubes!
Amalia Domingo Soler, Septiembre 13 de 1858