El cobro de la gratitud disminuye el valor de lo que se da.
El bien no tiene precio, pues que, a semejanza del amor, igualmente no tiene límite.
Cuando se hace algo meritorio a favor del prójimo aguardando recompensa, he aquí que se apaga la calidad de la acción, a favor del interés personal grandemente pernicioso.
El Sol calienta y mantiene el planeta sin ninguna exigencia.
La lluvia bendice el suelo y lo mantiene rico, en nombre del Creador, sustentando a los seres y se repite en periodos rítmicos, no pidiendo nada.
El aire, que es la razón de la vida, existe en tan armonioso equilibrio y discreción, que raramente las criaturas se dan cuenta de lo imprescindible que es.
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Haz el bien con alegría y, en el acto de realizarlo, disfrutarás su recompensa.
Ayuda a todos con naturalidad, como deber que te impones, a favor de ti mismo, y te aureolarás de paz.
Si estableces cualquier condición para ayudar, desmereces tu acción, palideciendo su valor.
Únete al ejercito anónimo de los héroes y apóstoles de la bondad.
Nadie sabrá tu nombre, no obstante, el pensamiento de los beneficiados sintonizará con tu generosidad estableciendo un eslabón de unión y seguridad para la armonía en el mundo.
Los que se destacan en la acción comunitaria y son aplaudidos, homenajeados, saben que, sin las manos desconocidas que los ayudan, cosa alguna podrían producir.
Así, los benefactores verdaderos son los de la retaguardia y no los que brillan en los vehículos de la Comunicación.
Aprovecha tu día y ve sembrando ayudas, esparciendo bondad de que esté rica tu vida, y probarás el licor de la alegría en la copa de la felicidad de servir.
Espíritu Joanna de Ângelis
Médium Divaldo Franco
Del libro “Episodios Diarios”
Traducido por Francisco Sanchez