
Tú eras el cedro de la montaña
yo el pobre musgo que creció al pie,
tú eras el roble, yo débil caña
y sin embargo por muerte extraña…
Tú sucumbiste y yo quedé.
Tú eras torrente, raudal gigante
yo escasa fuente que nadie vio,
tú eras el astro que rutilante
le mostró al mundo su luz radiante,
y yo una estrella que no brilló.