
Había una vez un pobre mendigo que se había acostumbrado a mal vivir con lo poco que le daban. Aunque no era viejo y estaba sano, no aceptaba ningún trabajo que le ofrecían y así iba de un lado para otro sobreviviendo como podía. Un día se encontró con un amigo de la infancia y ambos se pusieron a recordar viejos tiempos.
-¿A ti qué tal te ha ido? -le preguntó el amigo al mendigo.
-Muy mal -respondió-, ya ves, he tenido muy mala suerte y mi situación es lastimosa.
-Pues, mira -repuso el amigo-, yo he descubierto que tengo poderes sobrenaturales y creo que puedo ayudarte.