
La historia no es muy diferente de tantas otras que traen como tela de fondo el sufrimiento… No importa el país, la legua que se hable, los sentimientos tienen un lenguaje único.
Era invierno y la noche caía rápida y fría… Aquel hombre desesperado caminaba triste y solo… En el pecho, el dolor de la separación promovida por la muerte de la esposa querida, le dilaceraba las fibras más sutiles de los sentimientos…
La prueba amarga del adiós le venciera. Y él, que soñaba con la felicidad de un matrimonio feliz con un futuro adornado con la presencia de los hijos, no pasaba ahora un trapo de hombre, solitario. Las noches de insomnio y los días de angustia le minaron las fuerzas. Faltaba al trabajo y el jefe, recto y ríspido, lo amenazaba con despedirlo. ¿La vida para él no tenía ningún sentido, para qué insistir en seguir vivo? Pensaba. Sin confianza en Dios, resolvió seguir el camino de tantos otros, ante la fatalidad… se suicidaría.