
PREFACIO: Las enfermedades son parte de las pruebas y de las vicisitudes terrestres; son inherentes a la imperfección de nuestra naturaleza material y a la inferioridad del mundo en que habitamos.
Las pasiones y los excesos de todas clases siembran en nosotros gérmenes malsanos, frecuentemente hereditarios. En mundos más avanzados física y moralmente, el organismo humano, más purificado y menos material, no está sujeto a las mismas enfermedades y el cuerpo no está minado sordamente por los estragos de las pasiones. (Cap. III, número 9).
Es menester, pues, resignarse a sufrir las consecuencias del centro en que nos coloca nuestra inferioridad, hasta que hayamos merecido cambiarlo. Entretanto consigamos el mérito, eso no nos debe impedir hacer lo que dependa de nosotros para mejorar nuestra posición actual; pero si a pesar de nuestros esfuerzos, no podemos llegar a ello, el Espiritismo nos enseña a soportar con resignación nuestros males pasajeros.