El
Espiritismo presenta a Jesús como el tipo más perfecto que Dios ha ofrecido al
ser humano para que le sirviera de guía y de modelo. En el libro Camino de la
luz, el Espíritu Emmanuel nos explica que Jesús forma parte de una comunidad de
Espíritus puros que dirigen la vida y los fenómenos de todas las colectividades
planetarias. Para que Jesús, un ser de tan sublime jerarquía espiritual, pudiera
estar físicamente en la Tierra fue imprescindible que se adaptara, cumpliera y
se sometiera a todas las leyes físicas que regulan la materia, en una gradual
operación de reducción vibratoria, que le permitiera ajustar su psiquismo tan
elevado al restrictivo metabolismo biológico de un simple cuerpo carnal, cuya
naturaleza, siendo exactamente la misma que la de cualquier otro ser humano,
estaría, inevitablemente, sujeta a reacciones distintas debido a las cualidades
tan superiores del Espíritu allí encarnado, cuestión que se mostró a la largo
de su vida física.
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