Dejad a los niños venir a mí es una frase célebre de Jesús. Se pueden extraer innúmeras lecciones de ella. A menudo, se identifica en el pasaje evangélico la necesidad de abordar lo sagrado con simplicidad y sin afectación. A fin de cuentas, los niños son espontáneos y sencillos en sus manifestaciones.
Otra lección posible es la de que se debe mantener la capacidad de encantamiento ante la vida. Así son los niños, que lanzan miradas deslumbradas al mundo que empiezan a descubrir. Un enfoque igualmente interesante es sobre la necesidad de proteger a las criaturas frágiles. Jesús era fuerte en todos los sentidos. Poseía infinita sabiduría, que impresionaba y confundía a los sabios y a los grandes de la época. Su autoridad moral era incontestable, a punto de dominar a las masas con Su simple presencia.