“¿Dónde puedo dirigirme para hacer reparar un aparato eléctrico?” pregunta un investigador soviético a uno de sus colegas. “Vaya a ver a Semyon Diavidovitch Kirlian si quiere que su reparación sea bien hecha. ¡Es el mejor electrotécnico de Krasnodar!” se le responde. Parece una conversación banal. Pero estamos en 1939, frente a uno de esos momentos mágicos de la historia de los descubrimientos.
El señor Kirlian fue llamado para que viniera a reparar el aparato. Es bien sabido, él no tiene igual reparando aparatos eléctricos. Cuando se presenta para recibir el aparato dañado, los científicos efectúan una demostración de un aparato de alta frecuencia destinado a la electroterapia: un paciente está unido al aparato por electrodos para recibir su tratamiento.