Se cuenta que dos hermanos vivían en las regiones del Himalaya. Uno de ellos, después de algún tiempo, decidió que quería servir a Dios, quería cooperar con Dios, pero no en medio del pueblo, en medio de la masa, en el medio de la multitud. El quería cooperar con Dios, en lo Alto del Himalaya, entrenando la mente, haciendo ejercicios psíquicos. Y para allá fue. El otro hermano decidió también cooperar con Dios “Yo quiero servir a Dios. Pero, quiero servir a Dios aquí, en medio del pueblo, junto a mi gente.” Y se quedó allí atendiendo a las multitudes.
El hermano, que subió la montaña, pasó mucho tiempo allá. Desarrolló de tal forma su capacidad mental, su poder de concentración, su integración con las cosas del Cosmos que, cuando pensaba algo negativo, era capaz de disolver la nieve. Allá abajo, el otro hermano trabajaba las necesidades ajenos, trataba heridas, las llagas abiertas, los dolores del mundo.
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