Yo ya estaba listo para regresar a la vida en la Tierra y veía a mis padres que se preguntaban:
– ¿Convendrá tener un hijo? ¿No se perjudicará nuestro trabajo? ¿No aumentarán demasiado los gastos?
Diariamente tejían este tipo de consideraciones y no se decidían. Yo estaba acompañado por algunos amigos espirituales que siempre inspiraban en mis padres el deseo de tener un hijo, que sería yo.
Un día, finalmente, ellos me aceptaron y adquirieron para mí todo lo que habían soñado para su bebé: copitas, carrito y mil y un pertrechos.