Cid Pancora estaba con prisas. Había varias cosas urgentes, relacionadas con la promoción de una película, cuyo beneficio revertiría en bien de una entidad asistencial de la cual participaba con dedicación y buena voluntad. Era preciso llevar el material de propaganda a los periódicos y emisoras de radio; contactar con el director del canal de televisión que divulgaría la noticia; instruir a los compañeros que pegarían carteles en los comercios.
El tiempo era escaso. En treinta minutos debería volver al establecimiento bancario donde trabajaba, para el expediente vespertino.