1.El hombre, a cualquier grado de la escala a que pertenezca, desde el estado salvaje, tiene el sentimiento innato del porvenir. Su intuición le dice que la muerte no es la última palabra de la existencia, y que aquellos cuya memoria recordamos no son perdidos para siempre. La creencia en el porvenir es intuitiva y muchísimo más generalizada que la del nihilismo. ¿A que se debe, pues que entre aquellos que creen en la inmortalidad del alma se encuentra todavía tanto apego a las cosas de la materia y tanto temor a la muerte?
Mes: julio 2016
El remedio justo
Bienaventurados los que lloran porque ellos recibirán consolación. Jesús (Mateo, 5:4)
“Con estas palabras: Bienaventurados los afligidos, porque ellos serán consolados, Jesús indica al mismo tiempo la compensación que espera a los que sufren y la resignación que hace bendecir el sufrimiento como preludio de la curación.” (Cap. V, Ítem 12) (Evangelio según el Espiritismo)
Preguntas, muchas veces, por la presencia de los espíritus guardianes, cuando todo indica, que fuerzas contrarias a tus nociones de seguridad y bienestar, comparecen, terribles, en los caminos terrestres.
El misterio del ser
La educación dependerá del conocimiento menor o mayor que el educador posea de si mismo. Porque conocerse a si mismo será el primer paso del conocimiento del ser humano. La Humanidad es una sola. El ser humano, en todas las épocas y en todas partes, fue siempre el mismo. Su constitución física, su estructura psicológica, su consciencia son iguales en todos los seres humanos.
Esta igualdad fundamental y esencial es lo que caracteriza al hombre. Las diferencias temperamentales, culturales, de tipología psicológica, de raza o nacionalidad, de color o de tamaño son apenas accidentales. Por esto mismo la Educación es universal y sus objetivos serán los mismos en todas las épocas y en todas las latitudes de la Tierra. Esta estandarización, que debería simplificar la educación, en la realidad la complica, porque por debajo del aspecto estándar surgen las diferencias individuales y grupales.
Ante la vida
Al compañero espirita
Afirma Allan Kardec que se reconoce al verdadero espírita en su transformación moral y en los esfuerzos que realiza para dominar sus malas inclinaciones. Quien se transforma por dentro piensa en sí mismo, y quien razona sobre sí rompe las amarras de los preconceptos y asciende a los grados de la renovación por las vías del Espíritu y con el rumbo hacia el conocimiento superior.
Es por eso que el raciocinio lógico te sacó de los ámbitos de las incertidumbres. Ya no son más para nosotros los claustros nebulosos de la fe petrificada, en lo que se desenvolvía nuestro entendimiento en multimilenaria gestación.
El padre de las almas
Donde quiera que hallo una perla de inapreciable valor, me apresuro a ponerla de manifiesto para que todos, o cuantos quieran, admiren su belleza. Hace algún tiempo que, siguiendo la costumbre de ir en verano a respirar las frescas y perfumadas brisas del campo, emprendí mi viaje hacia un pintoresco pueblo; una vez acomodada en el carruaje, eché una ojeada sobre los viajeros que me acompañaban, y después de saludar a todos con cariñoso afecto, entablé conversación con una simpática joven que llevaba un hermoso niño en sus brazos.
Despertando de nuevo XX
LEONARDO, abatido y humillado, levantó los ojos tristes y rogó:
– ¡Perdóname, Señor!…
En seguida exclamó, desalentado:
– ¿Qué será de mí? Perdí mi día, desprecié el camino para el Cielo y, sobretodo, hice el mal a mis semejantes….
En ese momento, notó que sombras espesas caían en el paisaje. No veía más los astros brillantes, ni las aguas, ni los árboles, ni los pájaros. Clavó los ojos en Jesús; entretanto, sentía también extremas dificultades para divisar al Maestro…
El camino XIX
LEONARDO estaba perplejo. Entendía, ahora, las visitas del Maestro Invisible. Tenía el rostro bañado en lágrimas y el corazón entristecido. Pero, como no guardaba perfecta comprensión de todo, se arriesgó a considerar, aun:
-Señor, reconozco que no respeté las señales que me distes. Estaba ciego… Perdóname y ayúdame, por amor al Padre de Bondad Infinita…
Los sollozos de amargura intima lo obligaron a un pequeño intervalo. El jovencito, pues, creó fuerzas nuevas y preguntó: