Las apariciones de Katie King han sido tan numerosas y tan a menudo observadas, que es imposible dudar un instante que no sea un espíritu el que se manifiesta así; pero como ella declaraba haber vivido en otro tiempo bajo el nombre de Annie Morgan, bajo el reinado de Carlos I, no era factible comprobar su identidad. Hemos comprobado cómo Florencia, la hija de Mme. Marryat, se había hecho reconocer gracias a un signo particular del labio. Vamos a ver otro.
Según M. Aksakoff sería imposible encontrar un caso más concluyente, más perfecto, como prueba de identidad de la aparición de una forma materializada, que el que nos presenta el caso de Estela, fallecida en 1860, a su marido M. Livermore.