Es el Espiritismo, el gran consuelo que los mortales hallan en la Tierra, sin el increíble limbo, sin el cielo, ni del infierno la espantosa guerra: el hombre encuentra en él, clara y sin velo, la lógica razón, donde se encierra la causa y el efecto del problema sin pecado de origen ni anatema.
Justa, evidente, fácil y sencilla se ostenta la verdad sin duda alguna; en él la preferencia a nadie humilla, ni existe preeminencias de fortuna; que en el Espiritismo sólo brilla la nobleza del alma y no la cuna, porque el espiritista es el obrero del único progreso verdadero.
Las religiones todas han pintado un Dios a su capricho y sus antojos; en todas les busqué, pero no he hallado quien calmara mi angustia y mis enojos; que el Dios que los mortales han formado le cercan de la duda los abrojos, y nada más horrible que la duda…