La Tercera Revelación, la Doctrina Espirita, es impersonal y tiene un sentido universalista, por las verdades y certezas que encierra. El Codificador de la Doctrina, que se preparó por más de un encarnación a fin de convertirse en la personalidad confiable para dar su trabajo la seguridad y la credibilidad que solo la Verdad puede ofrecer, es el primero en reconocer que el Espiritismo representa, en su esencia, las enseñanzas de los Espíritus superiores, al frente el Espíritu de Verdad, referido por el Cristo cuando prometió enviar al Consolador para recordar sus enseñanzas y traer conocimientos nuevos a la Humanidad.
Así, tanto Allan Kardec, como los médiums que sirvieron de intermediación para el conocimiento, por los hombres, de la Doctrina Consoladora, tomaron consciencia de que fueron ellos los instrumentos escogidos para servir a una gran misión, pero los verdaderos autores de la gran Revelación fueron los Espíritus superiores, al servicio del Cristo.
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