Cierto carnero muy inteligente, pero indisciplinado, se dio cuenta de los beneficios que la lana esparcía en todas partes, y desde entonces, se juzgó mejor que los demás seres de la creación, pasando a rebelarse contra el trasquilado.
– Si era tan precioso – pensaba – ¿por qué aceptar la humillación de aquella tijera enorme?
Sufría frío intenso, de tiempo en tiempo, y, despreocupado de las ricas raciones que recibía en el redil, se detenía solamente en el examen de los perjuicios que suponía sufrir. Muy amargado, se dirigió al Creador, exclamando: